Hacia un modelo de Aprendizaje Resiliente.
Hackatón No formal.

La resiliencia como valor capital.

Bajo el axioma aprender – haciendo, existen una multitud de modelos pedagógicos, escuelas y metodologías que sustentan su manera de hacer en este postulado. En nuestro caso, nos interesa investigar aquellos modelos que trascienden más allá. Nos parece más interesante plantear este axioma en respuesta a una necesidad real y concreta. Para ello, entendemos que es necesario construir un marco que responda al objetivo de generar un aprendizaje con casos reales. Casos en los que el modelo de “Laboratorio” se rompe y se abre a modelos más flexibles y complejos.

Los “Laboratorios” son contextos cerrados con condiciones controladas. Por el contrario, nosotras planteamos un modelo con condiciones cambiantes, contextos diferenciados y tejidos sociales diversos. Para esto, es fundamental que el modelo sea resiliente, adaptable y que varíe en cada caso. Es posible que dos procesos con condiciones de partida similares, que comparten objetivos, tengan itinerarios diferenciados. Cada parámetro es importante y cada uno marca un sesgo de particularidad. Por otro lado, con el paso del tiempo del proceso existen parámetros que pueden variar y esta circunstancia requiere que se responda a los cambios, adaptando el modelo inicial.

La resiliencia es un valor capital en estos procesos. Permite modular los itinerarios y realizar ajustes sin que estos afecten al resultado final. Manejar un proceso holísticamente, en todas su vertientes y dimensiones, supone guiar los procesos de manera integral. Y para ello, hay que tener una mayor capacidad comprensión y adaptación. El modelo resiliente permite buscar alternativas, estableciendo marcos de diálogo y negociación permanente. Esto conlleva una toma de conciencia y comprensión de las lógicas, de las estructuras, y por lo tanto, permite ser plenamente consecuente en el proceso de toma de decisiones. 

Este modelo pedagógico del que hablamos, se basa en una confluencia entre metodologías colaborativas, comunidades de aprendizaje y capacidades transversales. Estas metodologías crean a su vez espacios en los que se plantea en primer término un modelo de aprendizaje distribuido, transparente y horizontal. Las comunidades de aprendizaje se auto-organizan en función de las capacidades, de sus intereses y motivaciones. Se potencia la experiencia como hilo conductor donde se comparten los errores, logros, aprendizajes, etc…

De esta forma, la experiencia de aprendizaje es distribuida. Todas las personas aportan en el proceso. Los conocimientos y saberes de cada persona se valorizan. Al suceder esto, se rompe con el modelo jerarquizado tradicional y se pasa a ser una comunidad ampliada que transfiere el conocimiento P2P. Esto enriquece el proceso, implicando un modelo de toma de decisiones que establece los consensos a partir de los disensos de partida. El elemento clave en esta parte del proceso es incentivar un posicionamiento crítico. Un posicionamiento activo y comunitario, que define y decide sus intereses, sus conocimientos, y negocia a la hora de trabajar en proyectos colectivos.

La negociación inicial plantea un ejercicio de confluencia de intereses comunes, y a su vez, una evaluación de las expectativas. En este caso, nosotras planteamos una metodología a partir de lo que llamamos la coctelera de alcances. Evaluamos conjuntamente las condiciones de partida y hacemos una matriz con los diferentes parámetros (recursos, conocimientos, capacidad de implicación, etc…) Esto implica, una vez más, lógicas de adaptación y resiliencia ya que evaluamos múltiples escenarios, posibilidades técnicas, modelos de organización y diferentes canales para obtener recursos. Una vez evaluadas estas opciones, se define una propuesta y se establecen unas expectativas concretas. Esta es una cuestión clave, tanto en el proceso de aprendizaje colaborativo como en la intervención comunitaria. En ambos es fundamental establecer y definir unos logros que sean alcanzables y no generen frustración.

Creemos que no solo se trata de metodologías y dinámicas. Entendemos que este modelo permea en las comunidades, potenciando sus competencias y habilidades personales. Los conecta con las problemáticas que los rodean desde una dimensión que les permite integrar el error y asumir la diferencia, trabajando desde los logros colectivos. Así mismo, consigue que la persona establezca un criterio propio a la hora de analizar y tomar decisiones. De manera transversal se trabaja en la corresponsabilidad, en la gestión de recursos, en la transparencia, en la participación directa, la democracia interna, el compromiso con el entorno y la transformación social. 

En el próximo mes de Abril (5,6,7) llevaremos a cabo un Hackaton No formal que plantea la indagación de estas cuestiones. Hemos definido dieciséis áreas de conocimiento y cuatro bloques: Diagnóstico Participativo, Diseño Colaborativo, Construcción Colectiva y Modelos de Gestión. En todos ellos, nos interesa realizar una indagación hacia los modelos resilientes, evaluando conjuntamente sus límites, sus desbordes y potencialidades transformadoras.

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